KURBONGUL
KOSIMOVA
Los largos años de guerra
civil en la década de los noventa fueron duros en la montañosa república
centroasiática de Tayikistán. Supusieron la ruina para la economía y las
personas de y en algunas zonas se, desmantelaron durante años servicios
modernos como la electricidad. En medio de la guerra civil, mientras intentaba
superar las pruebas diarias que significaba vivir en un estado azotado por la
guerra, Kurbongul Kosimova creó el primer refugio de larga
duración para mujeres sobrevivientes de violencia resultante del conflicto o de
violencia doméstica, y también para sus hijas e hijos. Asimismo, su
organización presta apoyo a sobrevivientes mediante la formación de grupos de
autoayuda sostenibles y la capacitación innovadora de personas para que se
puedan valer económicamente por ellas mismas y mantener a sus hijos después de
la guerra. Gracias a la iniciativa, los grandes esfuerzos y la perseverancia de
Kurbongul Kosimova, su organización Najoti Kudakon, que significa
“Salvar a las niñas y los niños”, empezó con cuatro activistas que compartían
una misma idea y este año celebra su 20º aniversario.
Después de años de
activismo continuado y la presión ejercida por la organización, el mayor sueño
de Kosimova se hizo realidad en 2013, cuando el Gobierno de Tayikistán aprobó
una Ley de prevención de violencia doméstica. Al igual que en muchos países, la
violencia silenciada que se da en las familias es habitual en el país, y a
menudo se acepta como algo normal. Según grupos de ONG, las cifras más recientes estiman que
una de cada cuatro mujeres ha sufrido violencia física, económica, psicológica
o sexual en algún momento de su vida. Debido a una discriminación arraigada,
las mujeres y las niñas no sólo tienen un mayor riesgo de sufrir violencia
doméstica, sino que también les resulta más difícil encontrar maneras de
obtener ingresos y ser independientes.
La
organización de Kosimova se centra en generar autonomía y confianza entre las
sobrevivientes de la violencia de guerra o de la violencia doméstica. Además,
ejerce presión sobre las autoridades locales y trabaja para promover la toma de
conciencia y la implementación de la nueva Ley de prevención de violencia
doméstica.
De 1992 a 1995 tuvo lugar
lo que sería un periodo terrible para la población trabajadora sencilla y
pacífica de Tayikistán: la guerra civil. Durante ese tiempo, todos los valores
que regían nuestra sociedad hacia el desarrollo se desvanecieron rápidamente.
En Kulob [mi ciudad] no había guerra, pero nuestros hombres participaban en la
lucha para preservar el orden constitucional. Cada día llegaban los cuerpos sin
vida de nuestros hombres. Tradicionalmente, las mujeres se habían encargado de
las tareas del hogar mientras los hombres mantenían a la familia. Al perder el
sustento del hogar de la noche a la mañana, las familias con hijos se
empobrecieron y dejaron de tener acceso a los servicios sociales o la atención
médica. Así es como nació [la organización] Najoti Kudakon.
Después
de la guerra, nos encontramos con un problema todavía más grave: la
indiferencia de las autoridades, la incomprensión del funcionariado y su falta
de voluntad de trabajar de otra manera. La situación empeoró por la falta de un
marco jurídico que protegiera los derechos de las mujeres, las niñas y los
niños. Algunas mujeres de mi entorno sufrían los mismos problemas que yo:
familiares muertos, hijos hambrientos y enfermos, falta de comida y dinero.
Invertíamos mucho tiempo y energía para encontrar un trozo de pan. Decidí que
tenía que pasar a la acción y movilizar a la gente [poniendo en marcha grupos
de autoayuda y un refugio de larga duración para las sobrevivientes de la
violencia doméstica].
Soy
una mujer, y por ello he sufrido y padecido las dificultades de serlo. Pero
después de constatar el amargo sufrimiento de tantísimas mujeres de mi ciudad,
no pude quedarme de brazos cruzados. Ellas [las cuatro mujeres con las que
fundé la organización] me eligieron como líder y reunimos a 1.200 mujeres
pobres y vulnerables de nuestra región, formando grupos de autoayuda en zonas
rurales.
Durante 40 años, he
trabajado como médico y he intentado asumir las responsabilidades de mi
profesión lo mejor que he podido. Me siento orgullosa de haber participado
activamente en la redacción de informes alternativos sobre la implementación de
la CEDAW, [la Convención sobre la eliminación de todas las
formas de discriminación contra la mujer, a menudo también conocida como la carta de los derechos
humanos de las mujeres. Los informes alternativos se utilizan como fuente de
datos secundarios por el Comité de la CEDAW una vez que se han presentado los
informes por parte de los gobiernos]. También me siento muy orgullosa de la
presión que ejercí a favor de la Ley de prevención de violencia doméstica.
Todavía
están por verse los efectos que tendrá esta ley. Nuestra sociedad, sobre todo
en las zonas rurales, aún alberga valores patriarcales muy conservadores y ve a
las mujeres como una propiedad de los hombres. La mayoría de mujeres no son
conscientes de sus derechos y todavía no están preparadas para utilizar
activamente la protección que les ofrece la nueva Ley de prevención de
violencia doméstica. Las mujeres tienen miedo de sus maridos, padres o hermanos
y prefieren [a menudo] vivir en situaciones de violencia en lugar de pedir
ayuda en nuestro refugio. Hemos diseñado diferentes estrategias para llegar a
ellas y poder ofrecerles la ayuda que necesitan en condiciones extremas. La Ley
de prevención de violencia doméstica es muy reciente y no existen mecanismos
claros de implementación; por eso, con nuestro refugio, nos esforzamos para
movilizar a las autoridades locales a fin de que elaboren estrategias comunes
para la protección de estas mujeres.
Actualmente,
las mujeres y las niñas viven la dura era de la globalización, y, por lo tanto,
deben desarrollar un sentimiento de autoestima en los primeros años de la
infancia. Las mujeres y las niñas no deben aceptar ningún tipo de violencia.
Todas las mujeres y las niñas deben quererse a sí mismas, hacer todo lo posible
para estar sanas, tanto desde el punto de vista físico como mental. Pero, para
lograrlo, tienen que tener acceso a servicios sociales, económicos y políticos
con los que puedan expresar su opinión. Las mujeres deben tener una amplia
representación en la toma de decisiones; para alcanzar este objetivo, debemos
unir nuestros esfuerzos. Esto será posible si la sociedad garantiza las
condiciones para que la igualdad de género sea una realidad. Se debe poner fin
a los estereotipos actuales sobre el papel subordinado de las mujeres y las
niñas.
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