ESTADOS UNIDOS
Declaración de Seneca
Falls :
En 1848 se celebró en Seneca Falls (Nueva York) la primera convención sobre
los derechos de la mujer en Estados Unidos. Organizada por Lucretia Mott y
Elizabeth Cady Stanton. El resultado fue la publicación de la "Declaración
de Seneca Falls" (o "Declaración de sentimientos", como ellas la
llamaron), un documento basado en la Declaración de Independencia de los Estados
Unidos en el que denunciaban las restricciones, sobre todo políticas, a las que
estaban sometidas las mujeres: no poder votar, ni presentarse a elecciones, ni
ocupar cargos públicos, ni afiliarse a organizaciones políticas o asistir a
reuniones políticas.
[fragmento; declaración completa en:
www.unifemandina.org/unifem/01_09/pandora.htm ]
CONSIDERANDO:
Que está
convenido que el gran precepto de la naturaleza es que "el hombre ha de
perseguir su verdadera y sustancial felicidad". Blackstone en sus
Comentarios (1) señala que puesto que esta Ley de la naturaleza es coetánea con
la humanidad y fue dictada por Dios, tiene evidentemente primacía sobre
cualquier otra. Es obligatoria en toda la tierra, en todos los países y en
todos los tiempos; ninguna ley humana tiene valor si la contradice, y aquellas
que son válidas derivan toda su fuerza, todo su valor y toda su autoridad
mediata e inmediatamente de ella; en consecuencia:
DECIDIMOS:
Que todas aquellas
leyes que sean conflictivas en alguna manera con la verdadera y sustancial
felicidad de la mujer, son contrarias al gran precepto de la naturaleza y
no tienen validez, pues este precepto tiene primacía sobre cualquier otro.
Que todas las leyes
que impidan que la mujer ocupe en la sociedad la posición que su
conciencia le dicte, o que la sitúen en una posición inferior a la del
hombre, son contrarias al gran precepto de la naturaleza y, por lo tanto,
no tienen ni fuerza ni autoridad
Que la mujer es igual
al hombre - que así lo pretendió el Creador- y que por el bien de la raza
humana exige que sea reconocida como tal.
Que las mujeres de
este país deben ser informadas en cuanto a las leyes bajo la cuales viven,
que no deben seguir proclamando su degradación, declarándose satisfechas
con su actual situación ni su ignorancia, aseverando que tienen todos los
derechos que desean.
Que puesto que el
hombre pretende ser superior intelectualmente y admite que la mujer lo es
moralmente, es preeminente deber suyo animarla a que hable y predique en
todas las reuniones religiosas.
Que la misma
proporción de virtud, delicadeza y refinamiento en el comportamiento que
se exige a la mujer en la sociedad, sea exigido al hombre, y las mismas
infracciones sean juzgadas con igual severidad, tanto en el hombre como en
la mujer.
Que la acusación de
falta de delicadeza y de decoro con que con tanta frecuencia se inculpa a
la mujer cuando dirige la palabra en público, proviene, y con muy mala
intención, de los que con su asistencia fomentan su aparición en los
escenarios, en los conciertos y en los circos.
Que la mujer se ha
mantenido satisfecha durante demasiado tiempo dentro de unos límites
determinados que unas costumbres corrompidas y una tergiversada
interpretación de las Sagradas Escrituras han señalado para ella, y que ya
es hora de que se mueva en el medio más amplio que el Creador le ha
asignado.
Que es deber de las
mujeres de este país asegurarse el sagrado derecho del voto.
Que la igualdad de los
derechos humanos es consecuencia del hecho de que toda la raza humana es
idéntica en cuanto a capacidad y responsabilidad.
Que habiendo sido
investida por el Creador con los mismos dones y con la misma conciencia de
responsabilidad para ejercerlos, está demostrado que la mujer, lo mismo
que el hombre, tiene el deber y el derecho de promover toda causa justa
por todos los medios justos; y en lo que se refiere a los grandes temas
religiosos y morales, resulta muy en especial evidente su derecho a
impartir con su hermano sus enseñanzas, tanto en público como en privado,
por escrito o de palabra, o a través de cualquier medio adecuado, en
cualquiera asamblea que valga la pena celebrar; y por ser esto una verdad
evidente que emana de los principios de implantación divina de la
naturaleza humana, cualquier costumbre o imposición que le sea adversa,
tanto si es moderna como si lleva la sanción canosa de la antigüedad, debe
ser considerada como una evidente falsedad y en contra de la humanidad.
Que la rapidez y el
éxito de nuestra causa depende del celo y de los esfuerzos, tanto de los
hombres como de las mujeres, para derribar el monopolio de los púlpitos y
para conseguir que la mujer participe equitativamente en los diferentes
oficios, profesiones y negocios.
http://www.amnistiacatalunya.org/edu/docs/e-hist-senecafalls-1848.html
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